Supongamos que nuestro disco, ya formateado y gestionado por el sistema operativo, tiene asignado un tamaño de sector de 1Mb (se trata de un parámetro real pero con un valor imaginario para que se entienda mejor el ejemplo, en realidad es bastante más complejo).
Si queremos almacenar un archivo de 16Mb, nuestro archivo se divide en 16 partes de 1Mb que después se graban en los sectores vacíos del disco duro.
Dicho de otro modo, los datos se fragmentan y se distribuyen en los sectores disponibles cuando damos la instrucción de «guardar».
A cada fragmento de información se le asigna una dirección (como si fuera una coordenada), en lo que se conoce como la «Tabla de asignación de archivos» (FAT o «File Allocation Table«).
Estas coordenadas sirven para reconstruir la información cuando queremos leerla o recuperarla.